lunes, 22 de diciembre de 2014

LOS OLVIDADOS, UNOS NÓMADAS SIN OPORTUNIDADES.

Eternos niños sujetos al azar  de los que tienen potestad para decidir el futuro de otros…


La poca luz de la habitación, trae a mi memoria un vagón de recuerdos que me arrancan sonrisas, termino con un rictus de tristeza que amenaza con permanecer más tiempo del deseado...

Oigo villancicos en la casa del vecino y, casi, me animo a ir al cuarto de estudio a poner los míos; una colección de las mejores recopilaciones de voces americanas de los 40’ y 50’me esperan. Sin embargo, mi cansancio gana dejándome inmóvil para viajar a ese rincón rememorando escenas que algunas navidades atrás, viví con mi familia.

De ésto hace ya algunas décadas. Cerca de la casa donde pasé mi infancia, hoy convertido en un espacio de múltiples edificios, existía un escampado donde pastores, burros, caballos, camellos y perros, eran los dueños del lugar, un reducto privilegiado para cuantos quisieron hacer suyo aquel enclave natural.

Solía salir a pasear con mis padres y hermanos por aquellos parajes al caer el sol, aquel día, se dieron cuenta mientras mis hermanos y yo jugábamos al escondite, que teníamos nuevos vecinos; un carromato de gitanos había acampado debajo de un enorme pino.Trataban de hacer fuego, en ese tiempo la normativa forestal no era tal estricta y los campistas tenían cierta libertad de movimiento.

Sucedió un veinticuatro de diciembre, como era costumbre, todo quedaba preparado con antelación, y, antes de la cena familiar, dábamos un largo paseo por el campo. Mi madre preparó algo de comida para los nuevos visitantes, me sentía expectante ante tal acontecimiento que, con los años, se convertiría en acciones habituales de mi familia. Unas papas guisadas con ajo salteado y habichuelas, carne frita del menú festivo, algunas naranjas y el postre favorito de mi padre elaborado por él mismo, (frangollo), componía el festín para aquellos extraños.  Entonces, mamá me miro y me dijo, hija, vamos a llevarle a esa familia algo de cenar, es nochebuena”.

Me temblaban las piernas, mi madre era tan osada, nunca vi ningún atisbo de duda o miedo en sus ojos y, cuando me percibía aterrada por algo, me sonreía y me decía: mi querida niña, no olvides que el miedo es un fantasma al que le das forma y los fantasma no existe, por lo tanto, el miedo solo es una posibilidad con demasiado valor.  

De camino al carromato pensaba que todos los niños teníamos una ¡súper mama!, pues ellas nunca tenían temor y sabían lo que hacían. Yo debía ser muy valiente pues me permitió que la acompañase en lugar de mi hermano mayor.

Una señora con grandes caderas y numerosas pulseras ruidosas, nos recibió con una gran sonrisa. Pude apreciar que sus paletas brillaban de una forma distinta a la de los demás, entonces, tiré de la falda de mi madre y le dije; “¡mamá!..., éstas personas no necesitan comida, ¡son ricas!, - y, susurré.- sus dientes son de oro” De pronto, aquellas dos mujeres soltaron una sonora carcajada y me miraron como si hubiera dicho la cosas más graciosa del mundo. Debió ser así, pues mi mamá, se limpió una lagrima con la punta de la rebeca. En aquel momento no entendí nada. Aún años después, me sonrío al recordar el valor que tiene la inocencia.

Cuando nos disponíamos a regresar, la corpulenta mujer nos gritó  para ofrecernos a uno de sus numerosos hijos, empecé a dar saltos de alegría pidiéndole a mi progenitora que lo permitiera, pues así, aquella niña elegida entre el resto de sus hermanos, podría convertirse en esa hermana que no tenía. La cara de mamá cambio de color y trató, tras darle las gracias a la buena señora, de explicarme las razones por la que no, podía acceder a dicha petición; francamente, me costaba entender porque un señor juez tenía que decidir o que un policía, pudiera arrestar a mamá por secuestro, si solo se trataba de agrandar la familia y darle a aquella niña un hogar sin ruedas. ¡Pues no señor!, no comprendía nada...

De camino a casa y tras unos minutos de silencio, pregunte si aquella familia era pobre, el por qué no tenían una casa como nosotros y si eran felices y además, si sabía cuántas personas vivían en la calle.

-          Te contestaré por parte. Ésta familia no se considera pobre, son personas que tienen una forma de vida y su casa es un carromato, son nómadas y para ellos la pobreza es una actitud, no una elección.

-          Y, ¿por qué  querían darnos a uno de sus hijos si no son pobres?

-          …. Quizás, por  darle una oportunidad distinta a la que ellos han elegido. Y, sí, siempre habrá alguien que por alguna razón no tiene un hogar, pero gracias a Dios, son pocas las personas que tienen esa circunstancias.

Recuerdo que no articulé una sola palabra el resto del  trayecto. Al llegar me senté al lado de una vieja estufa y me sentí feliz de estar en casa con mis dos hermanos y mi padre, al que como entonces, cada navidad ayudo a cortar el turrón.

Hoy, nuestra sociedad está habitada por nómadas olvidados, ciudadanos sin oportunidades a los que se les han arrebatado algo más que un plato de comida y un techo, se les ha secuestrado la opción de sentirse en cuenta, escuchados, personas con derechos, los mismos que duermen en el fondo del cajón de la prioridad donde la esperanza ha sido sustituida por el olvido…  

La duda ante la desaparición de una larga lista de exilio involuntario de hombres y mujeres atrapados por un sistema obsoleto me llevará un poco mas de tiempo. Para esos donde una vieja estufa no resulte un premio aniquilado por la mala gestión de unos pocos…, o muchos...  

Me pregunto, cuánto vale limpiar una mala conciencia…en el caso de que haya muestra de remordimiento por parte de quien corresponda…

En casa me enseñaron que la navidad es una actitud que se debe tener todo el año, que lo que la diferencia de los festivos días de diciembre, no es más que el valor material que se les da a unos presentes, algunos gestos altruistas y elocuentes promesas de aquellos que buscan votos…

Me sigo cuestionando si seremos capaces de entender el verdadero significado de éstos días, que no es otra cosa qué, alargar en el tiempo nuestra generosidad, multiplicar con hechos, sinceras  propuestas a la que le preocupen menos el número de adeptos a las urnas, realzando así, el sentido que tiene sujetar con fuerza a los más desprotegido todos los días del año…

Y continuaré preguntándome por qué, este deseo no deja de ser una quimera… Tal vez, la respuesta la tengan aquellos que hablan más y hacen menos…

Esther Mendoza.


lunes, 8 de diciembre de 2014

LAS ALAMBRADAS DE UNA VIDA...

Las alambradas particulares de cada uno, delimitan la realidad o utopía de una posibilidad.


Muchos pasan parte de su vida mirando por la ventana de las oportunidades y, en el quicio de la ventana, los deseos negocian con las posibilidades. Las alambradas particulares delimitan la realidad o utopía de una posibilidad.

Un día, el azar o los planetas alineados deciden premiar al candidat@ que tras mucho tiempo de espera y relativa constancia, recibe su recompensa.
Conscientes de que los años conllevan una mochila que se agranda con los obstáculos que vamos salvando, en el camino y junto a las reminiscencias de las decepciones, donde fracasos y frustraciones aúnan fuerzas, se adjunta el tan temido seguro de desconfianza.  En ocasiones, es bien entendido de acuerdo a la vida que cada uno ha llevado, sin embargo, en otras, choca con la tan anhelada tregua de dicha y felicidad.

A veces, el objetivo no consigue su fin, por más intentos realizados por materializar el deseo con tintes románticos, los recién nacidos comportamientos de cambio aún no están vacunados contra la habilidad desarrollada durante años para destruir hermosas crónicas, empañando así, capítulo de una inesperada historia…, Entonces, se rememora aquellos bocetos amarillentos de plegarias nacidas del aislamiento afectivo, de la necesidad de compartir, de sentir, de amar… repetidas imploraciones para una oportunidad tardía; las arrugas del alma bien las mereces, pero, un delirio hizo creerle valiente y merecedor  de tal honor, se olvidó de que su armadura estaba oxidada y anquilosada con medallas que otros ganaron. Condecoraciones ajenas se colaron entre los renglones de su historia y robaron su voluntad. Nuevamente, la alambrada estrechaba el cerco de su fugaz confianza.

Y, así, un día abrió los ojos secos de observar en el espejo el rostro inventado que dio forma al hombre, moldeo una usurpada personalidad e invento la mejor biografía que condecorase aquella que nunca vivió… Relegó a un cajón de la memoria la única que tenía realmente valor, la suya…

Los abismos de la mente convierten en titánicas guerras los enfrentamientos con el corazón desplazando a la retaguardia la cordura. La sinrazón napoleónica, cree llevar el mando conquistando el único campo de batalla que nadie quiere librar, la imprudencia que abandera los impulsos del desatino…

Esther Mendoza.