Me
tocó aprender después de muchas caídas, que al levantarme era más fuerte importándome
menos exponer mi vulnerabilidad. Terminé aceptando en mi lista de ensayo y
error, las causas que inclinaron mis rodillas…
Que
los amores llegan de forma inesperada, aunque en ocasiones, los busquemos en
los pasillos de la esperanza. Y, que de la misma manera que vienen, muchos de
ellos se alejan dando paso a la incomprensión por una discrepancia mal
entendida, en definitiva, por razones que no siempre son bienvenidas.…
Me
toco aprender que existe una clase de amigos que tuvieron un tiempo para secar
tus lágrimas, ofrecer su hombro a tu dolor, pero que un buen día sin previo
aviso, eligen otra ruta cambiando la etiqueta de incondicional por la de "amigos
pasajeros..." Acepté que llegan otros, se sienta a tu lado y llenan parte
de aquel vacío.
Me toco aprender una diferencia que fácilmente
lleva a errores, promesa y arrepentimiento pierden valor cuando se es
reincidente rompiendo la palabra y que los impulsos restan tantas veces, como
oportunidad tengan de repetirse.
Me
toco aprender que con cada amanecer llegan posibilidades que muchas veces
rechazamos por ser fiel a la zona de confort. Es más fácil quedarse ahí, que
perseverar en ser mejor, apostar por los sueños, atraparlos, aliarse con la
voluntad, ser más auténticos, más honestos con uno mismo…
Me
toco aprender que el orgullo tiene más experiencia que la humildad. Su
inteligencia y estrategia, en ocasiones se presenta como la mejor cualidad,
entonces, nos pone a prueba obteniendo como resultado un osado empoderamiento.
Él, sacará su mejor arma arrojando en frases y acciones, dardos elegantemente
aleccionados que te derrumbarán…
Me
toco aprender que no sabemos lo suficiente de aquellos cuyos rostros nunca
muestran un gesto distinto, una emoción quebradiza que les conviertan en
mortales comunes, alumnos de un curso donde la asignatura más repetida es la
deslealtad y cuya nota máxima es la fidelidad...
Hoy,
me toco aprender que ¡todo cuanto nos pasa!, que todo cuanto conocemos, que
aquellos que entran, se quedan o sencillamente salen de nuestras vidas, son
imprescindibles para trazar la ruta de nuestro destino…
Pero,
lo que mejor he aprendido, es que hay que ser primero náufragos para timonear
las tormentas inesperadas. Somos nuestra propia brújula y las decisiones
tomadas, delinean el mapa de una vida…
Esther
Mendoza.
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