domingo, 9 de febrero de 2014

Felicidades Anaïs...

Anaïs, mi hija. Nuestra vida está llena de miradas cómplices e incondicionalidad...


…. Cada año al llegar estas fechas, le escribo un texto público a mi hija. A la vez, lo comparto con todos ustedes. A los que me leen, me siguen y en consecuencia se pierden entre mis renglones, quiero que briden junto conmigo, por ella… por Anaïs. Un ángel con sus luces y sombras que vino a vivir su experiencia eligiéndome como progenitora.

Entre los renglones de una pasión qué, en ocasiones, me despierta en la noche y me lleva a plasmar el motivo que me saca de los brazos de Morfeo, en este caso, me vuelvo a perder entre las palabras que se quedan cortas cuando se trata de hablar sobre aquellas personas que amo…
 
Hace veintiún años nació mi hija. Pocos aún para ella, mientras que para mí, resulta una carrera de fondo que amenaza con ser más breve de lo que desearías, un sentimiento nacido de la osadía de querer ser “casi eterna en mi función de madre inmortal”, ¡que ironía!...

Reconocer que el tiempo se alarga para ella y en mi rol asumir la brevedad de los capítulos de una vida, me lleva a la reflexión de la mano de la conclusión que habla de lo efímero de las alegrías, la invasión de las inoportunas tristezas que se cuelan por las rendijas de lo cotidiano y los escasos fragmentos de generosidad que somos capaces de reconocer. Todo ello, me reconduce a tomar consciencia de los obsequio que me sorprenden cuando lo das todo por perdido y llegan por vías paralelas con créditos que llevan una fecha en el calendario y, a la vez, muestra un letrero luminoso, al comienzo de cada amanecer advirtiéndome  de no desviar mi atención sobre el valor de las cosa simples.

No ignoremos el significado de los momentos, son contados y como volutas de oportunidades se evaporan en el aire. Una perfecta máscaras de instantáneas que se guardan en la memoria al lado de nuestra vanidad al creer que ese mismo tiempo, no nos alcanzará, sin embargo, espero llegar a cumplir muchos años y seguir sintiendo la bendición de haber sido su madre.
 
Ella ilumina una gran parte de mi camino, pone bálsamo a mis tristezas, y sin proponérselo, saca a la niña que llevo dentro para pasearla de su mano en nuestros escasos, comparado con el deseo de multiplicarlos, paseos y tiempo compartido.
 
Su belleza habita en su alma. Inevitablemente aflora en su mirada y en millones de gestos que parecen invisibles, pero están, silenciosos como sus pasos cuando adivina que una nube gris se ha posado sobre mi cabeza y entonces, se dirige al piano y toca aquella pieza que me obliga a sonreír y a mover mis pies en dirección a los suyos… y, es cuando nuestros hombros se buscan…

Ser y permanecer, es una danza nacida del compromiso del amor absoluto...
Es de suponer que todas la madres y padres nos sentimos orgullosos de nuestros hij@s, y no por ello, dejamos de reconocer aquellos puntos en los que adolecen.  Podría enumerar una larga lista de virtudes de Anaïs y a  la vez, comprobar como los inevitables defectos que vienen en la mochila de cada uno, en su caso, se desdibujan al ocupar mayor protagonismo en la balanza sus buenas acciones.

Mi vida a su lado, está llena de miradas cómplices y traviesas sonrisas…
Mi querida niña, gracias por ser parte de mis alegrías, estar entre los nubarrones como un paraguas que mitiga la fuerza de una pesada lluvia que cae y empapa hasta lugares recónditos del corazón y por permanecer en las trincheras de una guerra que no es tuya, pero que forma parte del aprendizaje que te ha tocado…
Esther Mendoza.
" Contigo aprendí, su bolero favorito que desde niña canturreaba y, aún, me canta."


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