lunes, 2 de septiembre de 2013

"FRAGMENTOS DE UNA PASIÓN…"

"...Una vez que te entregas a el,... estas condenado a seguirlo.., eso es el tango...."

Esbozó una sonrisa al venirle a la mente parte de un diálogo literario del siglo 19 en Tess d’ Urderville. (Thomas Hurdy) donde decía:

 ¿Por qué no me dijiste que los hombres son peligrosos?, ¿Por qué no me lo advertiste?

Las mujeres saben de lo que tienen que protegerse, al leer novelas que le cuentan cómo hacerlo…

Fragmentos de una pasión...

(…)   Poco a poco, se unió a aquel amasijo humano copartícipe de una multitud atraída por la embriagadora escena nocturna. El olor de los jazmines, cipreses, fragancias de la noche, se mezclaban con su nerviosismo aumentando su curiosidad. Se sentía libre, ¡autónoma!, decidida a descubrir registros de su persona lejos de las miradas de aquellos que creían conocerla mejor que ella misma.

¡Ni en sus más absurdas fantasías!, se había imaginado bailando un tango en su condición de novata. Para cuando quiso reaccionar, fue demasiado tarde. Aquel extraño ya se había pegado a ella.., muy despacio…, seguro del arte que dominaba. ¡La sangre le bombeaba con tanta fuerza! que temía desmayarse... No podía  apartar su mirada, ...y, en treinta segundos, se entregó a una danza que les unió traspasando la delgada línea del pudor que su naturaleza de mujer conocía... 

... La estrechó entre sus brazo en el más puro estilo arrabal. Deslizándola por la pista, y, ajeno al papel que asumiría ante ella, aniquiló a golpe de sensaciones su rol de mujer recatada. 
... Entonces, se preguntó así misma: ¿Qué función ocupaban ahora sus absurdos estereotipos que de niña le inculcaron?...

El perfume varonil, era una mezcla de aromas increíblemente sensuales capaz de elevar su imaginación, al cubo de la coherencia, cayendo esta en picado al perder posiciones ante su recién estrena licencia para sentir...

Subyugada por el momento, sus pupilas no se desviaban de ese punto de encuentro, con las de su compañero de baile, sumando a la inesperada escena, una leve mueca. Burda imitación de una sonrisa responsable y coautora, de una muda presentación donde dos personas parecían haber anclado después de un largo viaje…

El roce de sus mejillas respondió vehementemente en la atracción de aquellos cuerpos, sin medida, ni sensatez alguna..,

Observador de una pasión encorsetada que pedía a gritos que la liberasen, su voluntad quedó prendada de las curvas que delimitaban la admiración y el fervor por aquella intrusa, qué, sin saberlo, se colo por las fisuras de su hermético equilibrio...

Cada centímetro de su anatomía fémina ¡suplicaba! parar el tiempo con una petición a cadena perpétua para las manecillas del reloj qué, les recordaba, el final de una inesperada entrega en aquel tango de Gardel en “el día que me quieras.”…. 

Presa de una emoción hasta ahora desconocida, se sintió acogida en el hogar más hermoso que hubiera podido poseer..."él..."

… Siempre interpretó el destino como esa “película” que les sucedía a los demás. Las posibles señales que la vida le mostró, las entendió como espejismos de un corazón sediento de sentimientos, aptos exclusivamente para el escaparate en el que perpetuamente se hallaba…

Los encuentros fugaces estaban diseñados para otros mortales, al menos, eso es lo que aprendió en sus más de tres décadas. Los amarillentos fotogramas utópicos que secretamente albergaba, los visualizaba desde un silencioso y apartado patio de butacas.

(…),…Algo le decía que debía subirse a aquel vagón que paraba ante ella, sin etiquetas, aunque los daños colaterales durasen toda una vida, o, el tiempo, que dura una caja de pañuelos debiendo finiquitar el sufrimiento con el último de ellos…

En todo caso, siempre queda la posibilidad de un final Hollywoodense.- se dijo en un segundo de permisiva ironía.-

¿Dónde estuvo todo este tiempo?.-- pensó en un segundo de claridad cuando estaba perdida entre su pecho, cerca de sus labios…una tentación a la que no estaba dispuesta a renunciar…


Esther Mendoza.


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